RESEÑAS DE CINE
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03/2001
TRECE DÍAS.
Nacionalidad: EE. UU. , 2000.
Dirección: Roger Donaldson.
Intérpretes: Kevin Costner, Bruce Greenwood, Steven Culp.
Kevin Costner protagoniza y produce Trece días, un thriller de suspense que desde la perspectiva de la política-ficción documentada y con las concesiones artísticas habituales en este tipo de filmes, recrea con virtuosismo la reconstrucción de lo que pudo suceder en el interior de la Casa Blanca bajo el mandato de John F. Kennedy durante la llamada crisis de los mísiles en Cuba (Octubre de 1962). Sin lugar a dudas, este fue uno de los momentos más críticos de las relaciones entre EE. UU. y la URSS, y por extensión si nos remontamos a la época, entre el mundo libre representado por las democracias occidentales y el imperio comunista, para el que Cuba representaba una cabeza de playa estratégica colocada en el continente americano. De ahí, que durante este conflicto muchos pensaron que el mundo se precipitaba hacia una catástrofe nuclear y se llegara a hablar de Tercera Guerra Mundial...
Así, la película comienza cuando dos aviones espías U-2 sobrevuelan el espacio aéreo cubano para tomar fotografías aéreas de la superficie terrestre y despejar las crecientes sospechas sobre la existencia de armas ofensivas y tropas soviéticas en Cuba, tema que desde hacia meses era motivo de especulación en los EE. UU. y que se airaba abiertamente ante la prensa mundial. Las fotos se revelaron al día siguiente y los análisis no dejaban lugar a dudas... En ellas se hacia patente la construcción de instalaciones y rampas de lanzamiento para cohetes nucleares, lo que no sólo significaba un hecho insólito hasta la fecha (era la primera vez que los rusos colocaban estas armas fuera de sus fronteras), sino también una inminente amenaza: en poco tiempo la isla de Cuba se había convertido en un portaviones nuclear al servicio de los rusos que apuntaba directamente al territorio americano a tan sólo 90 millas de sus costas.
A partir de este hecho histórico se teje la trama argumental de la película que con un ritmo narrativo trepidante e intercalando con acierto encuadres, ángulos y paisajes diversos nos permite hacernos una idea fidedigna de la simultaneidad de acontecimientos que se sucedieron a partir del 15 de Octubre y recrear paso a paso durante trece días de vértigo, todos los miedos, cautelas, estrategias e intrigas que sacudieron los cimientos de la Casa Blanca, provenientes no sólo de las personalidades y sectores mas importantes del gobierno americano (Pentágono incluido), sino también de altos cargos y personalidades influyentes del gobierno ruso. En este sentido hay que mencionar que en pos del realismo de las escenas, el equipo de Trece días se trasladó a Filipinas para filmar las playas, selvas y aeródromos que hicieron las veces de Cuba y Florida, e investigaron exhaustivamente para recrear la decoración de la Casa Blanca en aquella época.
Asimismo, cabe destacar el acierto del guionista –David Self- para escoger como protagonista de la película a Kenny O’Donnell (interpretado por Kevin Costner), asesor político y consejero de más confianza del presidente, quién en su estrecha relación con JFK y Bobby Kennedy (fiscal general entonces y que desempeñó un papel crucial a la hora de trasmitir a Kruschev las condiciones para el acuerdo), participa activamente en el conflicto, ya sea en el apoyo moral que le brinda a JFK, en la toma de decisiones importantes junto a los hermanos Kennedy, o bien en su papel de proteger al presidente del acoso impertinente de la prensa para evitar especulaciones y alarmas inoportunas. En este sentido hay que precisar que aunque Kenny O’Donnell es un personaje real y su papel durante la crisis no fuera tan destacado como nos muestra la película, no deja de ser un acierto del guión al tomarse esta licencia que permite al espectador seguir sin desmayo toda la trama de la película desde diferentes niveles... Y esto es comprensible ya que el papel que desempeña el protagonista siempre tendrá un campo de acción mas amplio que el del presidente y es un personaje más anónimo que JFK (lo que facilita su manipulación para la ficción), argumento que también vale para su familia, amén de que pueda estar mas cerca de la sensibilidad del espectador (sin que en este caso lleguen a convertirlo en el clásico héroe anónimo de otros filmes).
Ahora bien, aparte de todos los aciertos descritos anteriormente que sin duda hacen de Trece días una película excelente, no hay que olvidar que ésta nos cuenta la visión americana de los hechos históricos, lo que no sólo le hace ignorar lo que ocurría en el Kremlin y en La Habana, sino que también nos muestra una imagen bastante complaciente del presidente Kennedy, y quizás lo que pueda ser más reprochable... ¡Un final demasiado feliz para ser real! (lo que no deja de ser habitual en las historias que cuenta el cine). Y si la Historia (con mayúsculas), siempre nos enseña que la realidad es mucho más compleja de lo que parece, la de este suceso real no es la excepción, y como tantas veces sucede, tiene un final mucho más triste del que aparece en la pantalla...
En 1961, un año antes de la crisis de los mísiles y coincidiendo con la llegada de Kennedy al poder, se había producido la estrepitosa derrota de los exiliados cubanos en Playa Girón, lo que tuvo entonces una doble lectura muy significativa: por un lado puso en evidencia la debilidad del presidente Kennedy, que sólo había dado autorización para el precario e incierto desembarco, pero que había sido incapaz de ser agresivo dejando abandonada a la brigada 2506 en Playa Girón; y por otro lado había reforzado la imagen de Fidel Castro como un dirigente místico, audaz y carismático, capaz de enfrentarse al “imperialismo”. Imagen que calaba profundamente en los países de Sur y Centroamérica por sus recelos ancestrales hacia el vecino del Norte, e imagen no menos venerada por toda la izquierda mundial ante el nuevo mesías socialista, que comulgaba con su ardiente resentimiento hacia los EE. UU. (Hay que aclarar que aunque ya se conocía la naturaleza totalitaria de la dictadura, formalmente sólo se había declarado el ‘carácter socialista de la revolución’; el Partido Socialista se creó en 1962, convirtiéndose tres años después en Partido Comunista). Por lo demás, y a los ojos de Kruschev (el otro protagonista de esta crisis), si la debilidad de Kennedy resultaba evidente, ésta se hacía mas patente ante la implacable ferocidad del dictador cubano: antes de la invasión de Playa Girón ya se estimaba que 2.000 cubanos habían sido fusilados, otros 15.000 eran presos políticos y más de 100.000 cubanos se habían exiliado en los EE. UU.
Por la misma razón no es de extrañar que si Fidel Castro ya contaba con el apoyo de armas, suministros y tropas soviéticas para aplastar todo tipo de resistencia interna e invasiones externas, Kruschev tomara la audaz decisión de reforzar las defensas de Cuba con la instalación de rampas para cohetes nucleares. Con esto no sólo pretendía poner en jaque y echarle un pulso al gobierno americano, sino también demostrarle al mundo que la URSS era una potencia mundial. De todas formas esto último no pasaba de ser una pretensión arrogante ya que la superioridad armamentística de EE. UU. era abismal: 3000 cabezas nucleares con 300 rampas de lanzamiento contra 300 cabezas y poco más de 30 rampas lanzadoras. Por ello, más que una amenaza real a los EE. UU. o de una inminente catástrofe nuclear, de lo que se trataba era de un problema de prestigio –si los EE. UU. eran capaces de consentir esta desafiante provocación en sus propias narices- y de una astuta jugada de Kruschev que utilizó como moneda de cambio.
El momento más crítico de esta crisis fue cuando la artillería antiaérea derribó el U-2 americano ocasionando la muerte del piloto, única víctima mortal de este conflicto. Pero ni aún en este momento, y a pesar de lo que se ha creído muchas veces, EE. UU. tuvo intención de invadir Cuba (y la película también lo recoge así en la propia actitud de Kennedy). Sobre el responsable de la provocación que supuso haber derribado el avión espía, hay dos versiones distintas: una que culpa personalmente a Fidel Castro de haber apretado el botón; y la otra al General Igor Statsenko, uno de los oficiales soviéticos de mas alto rango en Cuba en aquel entonces. También hay versiones opuestas sobre la existencia en Cuba de cabezas nucleares para los cohetes. Por lo demás, es de conocimiento público que años después de este suceso los propios soviéticos han admitido que Castro le pidió a Kruschev que lanzara un ataque nuclear a EE. UU., versión que el régimen cubano ha negado reiteradamente.
El 28 de Octubre terminó la crisis y los americanos informaron al mundo de que los rusos retirarían las rampas nucleares de Cuba... Pero no dijeron nada de la retirada de los cohetes americanos de Turquía, que se desmantelaron poco después, de acuerdo al pacto secreto que habían hecho Kruschev y Kennedy (como bien aparece en la película). Fidel Castro tuvo su crisis de rabieta por sentirse ignorado en el acuerdo y la desahogó mandando a la gente a la calles de La Habana para cantar aquél estribillo tan necio como patético: “Nikita, Nikita, lo que se da no se quita” (¡si supieran todos los que cantaban que los podían borrar del mapa por “defender tanto a la Patria”!)
En cualquier caso y aparentemente EE. UU. y Kennedy habían sido los triunfadores del conflicto. Sin embargo, la realidad era muy distinta: Kruschev no sólo había conseguido desmantelar los cohetes americanos de Turquía, sino que había conseguido el compromiso de EE. UU. a no invadir la isla, ni a permitir que los exiliados cubanos llevasen a cabo acciones ofensivas contra la dictadura cubana. De esta forma, Kruschev consolidaba al régimen (su satélite en América) y mantenía una base política y propagandística a las puertas de EE. UU... Irónicamente en el llamado Pacto Kennedy–Kruschev, los norteamericanos se habían convertido en los valedores internacionales del régimen de Fidel Castro. Este tratado sería ratificado después por las sucesivas administraciones norteamericanas.
Como dijera Joyce: “La historia es una pesadilla de la cuál estamos tratando de despertar”. En el caso de Cuba esta pesadilla es por partida doble: Primero porque aún tiene pendiente empezar a conocer todo el horror que se oculta en su historia. Y segundo porque son todavía muchos los que se empeñan en ignorar sus horrores...
Juan José Ferro de Haz.
Publicado en la Revista Hispano Cubana, nº 10, 2001.
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