JUAN JOSÉ FERRO DE HAZ
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06/2004

TRAFICANTES DEL DOLOR




El pasado mes de Marzo, la sociedad española padeció una conmoción sin precedentes con la espeluznante masacre terrorista que, sincronizadamente en distintas estaciones de trenes y a una hora de máxima concentración, hizo saltar por los aires nueve vagones repletos de personas que se dirigían a sus labores cotidianas. Esta brutal matanza (190 víctimas mortales, un sinnúmero de heridos –se estima por encima de los 1500-, amén del trauma colectivo), que emponzoñó el aire y el aliento de Madrid y de todos los españoles, sucedió tres días antes de las elecciones generales fijadas para el 14 de Marzo, cuyos resultados fueron no menos sorprendentes con la inesperada victoria del Partido Socialista –PSOE- y el cambio de gobierno y de gestión en la vida política (gestión que durante los últimos ocho años de gobierno del Partido Popular –PP-, no sólo gozaba del respaldo de la mayoría absoluta en las últimas elecciones –año 2000-, sino que, avalada por las estadísticas y a juicio de muchos, había sido la mas meritoria de un gobierno desde la Transición democrática).

Si bien la simultaneidad de estos dos sucesos –uno atroz, inclemente y minuciosamente planificado; el otro imprevisible, azaroso y contingente, tres días después de la masacre- ya ha sido motivo suficiente para pasar del estupor y la conmoción a la mas feroz polémica en la prensa, las tertulias políticas y en la opinión pública (con muchísimos votantes del PP que se sienten estafados por el resultado de las elecciones), las investigaciones periodísticas que han ido apareciendo desde entonces (en el diario El Mundo), con nuevas revelaciones y datos en torno al atentado, no han dejado de atizar el malestar general y las infinitas preguntas que surgen y aún están por responder: ¿Quién está detrás de los atentados? ¿Hubo premeditación en el día escogido para incidir en el resultado de las elecciones? ¿Quién o quiénes son los responsables del inexplicable error –y las consecuentes pistas falsas dadas al gobierno- de confundir los explosivos utilizados por los terroristas? ¿Hasta donde llega esa confusa trama que vincula a terroristas, cómplices de terroristas y cómplices que son confidentes (o soplones) de la Policía Nacional y la Guardia Civil? Y ya suman cinco los confidentes detenidos... ¿También hay policías confidentes del PSOE que ocultaban información a sus superiores? ¿Ocultó la cúpula del PSOE datos policiales que conocía al gobierno, mientras lo machacaban implacablemente a preguntas, exigiéndole respuestas concisas sobre los responsables de la matanza?

Sin lugar a dudas, produce vértigo asomarse a estas y otras preguntas que gravitan pesadamente y sin respuesta sobre la masacre terrorista, y parecen mas propias de una buena novela de política ficción, intriga y espionaje, que del escenario político de la vida real en un país democrático. Sin embargo, la indignación y el malestar general hacia el Partido Socialista no proviene tanto de las investigaciones que se van conociendo (que aún no inculpan a nadie, aunque sí han ayudado mucho a despejar dudas y especulaciones que se manejaron durante los primeros días), ni de la inesperada victoria del PSOE en las últimas elecciones... La indignación y el malestar tiene mas que ver, o así al menos lo sentimos muchos, con los pocos escrúpulos que tuvo su cúpula dirigente -y los grupos mediáticos afines- a raíz de la masacre para, en momentos de una brutal conmoción, desconcierto, pavor y rabia generalizada, hacer un uso manipulador, colectivo y faccioso de su discurso político e inculpar al gobierno de ocultar información que lo comprometía... Esto fue especialmente revelante, la noche anterior a las elecciones, cuando el portavoz socialista –Alfredo Pérez Rubalcaba-, conmovedoramente afectado por el sufrimiento ajeno, acusaba al gobierno de mentir y de ocultar la identidad de los asesinos, mientras pedía piadosamente el voto a sus dolientes compatriotas a través de las cámaras de TV -“Los ciudadanos se merecen un gobierno que no les mienta, que les diga siempre la verdad”-. Sin lugar a dudas, la escenificación de su profunda tristeza fue magistral, y el único reproche que se le podía hacer -¡siendo muy exigentes!-, es que en momentos de tanta rabia y confusión, se pudiera asociar al afligido portavoz del PSOE, con el gobierno mas mentiroso y corrupto que ha tenido España en los últimos años (el último de Felipe González). No menos repelente, demagógica e insidiosa, fue la campaña de agitación, propaganda y descrédito de la cadena Ser (resumida en un excelente reportaje por el diario El Mundo) que perduró hasta el mismo día de las elecciones y que como bien denunció Víctor de la Serna en un magnífico artículo –Periodismo moderno reconvertido a ‘agit prop’-, es un método netamente leninista y totalitario. En cualquier caso, tanto en las siniestras palabras del impar Rubalcaba, como en la campaña de agitación y propaganda de la cadena Ser (grupo mediático próximo al PSOE) durante los días que mediaron entre el atentado terrorista y las elecciones generales (del 11 al 14 de Marzo), no sólo se acusaba al gobierno de mentir o se le desacreditaba en sus respuestas, sino que con una mala fe diabólica, se le acusaba directa o taimadamente de ser el responsable de la masacre terrorista, que vendría a ser la respuesta por su participación en la guerra de Irak... En medio de tanta perturbación y desconcierto general, la inevitable consecuencia de esta perversa manipulación fue el asalto de las sedes del PP hasta el mismo día de las elecciones, así como las descalificaciones e insultos de ‘asesinos’ y ‘mentirosos’ hacia los representantes legítimos del gobierno español.

En realidad, y a falta de mejores propuestas (o para ocultar su falta de unidad y criterio, sus infinitas contradicciones políticas o sus pactos coyunturales con partidos que niegan la Constitución de 1978), esta ha sido la única política del PSOE durante el último año y el precedente mas inmediato está en las llamadas manifestaciones pacifistas –del “No a la guerra” y “Por la Paz”- con la consecuente crispación general y división del país durante semanas infernales, la quiebra de la convivencia civilizada y democrática o el asalto indiscriminado a las sedes del PP por grupos fanáticos y violentos, que descalificaron e insultaron –también llamando ‘asesinos’- al gobierno y a sus representantes de forma desalmada. Tampoco aquí tuvo el PSOE el menor escrúpulo –y aliado con la izquierda mas radical y sectaria- de hacer un uso manipulador, colectivo y faccioso de su discurso político, algo que es propio por no decir la esencia -en su empleo de las muchedumbres, la violencia y el terror contra sus ‘enemigos políticos’, es decir, contra los que no piensan como ellos- del socialismo totalitario en las llamadas democracias populares... Si algo debe definir a las democracias parlamentarias, es que precisamente el parlamento existe para el debate político de los diferentes partidos; pero un partido -que es parte del Estado-, no puede estar en el parlamento y en la calle simultáneamente, agitando y atentando contra el gobierno y contra el propio Estado al que pertenece. En cualquier caso, y mas allá de las razones políticas a favor o en contra de la guerra (a mi juicio mucho mas sólidas y argumentadas las primeras; y obviando la grosera demagogia escuchada a muchos pacifistas, las contradicciones del PSOE en sus propias declaraciones o el derribo de una dictadura archicriminal y sanguinaria como la de Sadam Husein), hay un argumento que me parece el mas sólido de todos los leídos para descalificar la postura del PSOE y las manifestaciones pacifistas convocadas a raíz de la guerra, manifestaciones que tan mal precedente han creado en España y que tantas convulsiones han generado hasta fechas muy recientes.

El argumento lo esgrime en un extenso y magnífico artículo (que recomiendo leer) el filósofo español Gustavo Bueno –Las manifestaciones “Por la Paz”, “No a la guerra”, del 15 de Febrero de 2003; revista digital El Catoblepas-, alguien que precisamente no toma partido ni a favor ni en contra de la política del gobierno de Aznar en la guerra de Irak, pero ello no le impide manifestarse con una solidez argumentativa y una rotundidad implacable en sus razonamientos: “... Lo que si quiero es atacar enérgicamente las descalificaciones a priori de una política de alineación, descalificación llevada, no ya en nombre de la prudencia política, sino en nombre de la Paz, de una paz ética en el mejor de los casos, cuyos significados políticos contrapuestos la convierten en una palabra vacía. Sólo quién utiliza este concepto simplista de la paz puede atribuir a quién busca diferenciarlo en su complejidad la condición de ‘amigo de la guerra’. Pero la guerra no la busca nadie que esté en su sano juicio: la guerra la encuentra quién pisa en un terreno político, y no se limita a cerrar los ojos volviéndose al terreno de la irresponsabilidad ética o vitalista (...) Doy por supuesto que existen contradicciones objetivas entre las normas éticas y las normas políticas y morales. Lo mas fácil es negar el conflicto, tratando de subordinar las normas políticas a las normas éticas (o viceversa). Sin embargo, quiénes, viviendo en un estado de bienestar –aquel en el que vive el Papa, o la mayor parte de los artistas e intelectuales del presente- adoptan la actitud de la pureza ética, es porque dejan de mirar a quiénes hacen el trabajo sucio de asegurar las condiciones de la sostenibilidad del estado de bienestar (...) En cualquier caso, el debate sobre la justificación del ataque a Irak hay que plantearlo en el terreno político; plantearlo sólo en el terreno ético es una decisión que tiene que ver con la mala fe (en el sentido de Sartre). Y el debate en el terreno político depende de premisas demasiados complejas como para poder resolverlas al modo del vasco del sermón ”

Poco mas queda por decir. Por lo pronto, el nuevo gobierno socialista se desangra en las infinitas contradicciones de su pomposa y vacua retórica, mientras en España prosiguen las investigaciones periodísticas y arden las tertulias políticas con cada nueva revelación que se conoce... Mas allá de los resultados de éstas, son ya muchos los convencidos de que hay partidos que sólo prosperan y medran explotando el sentimentalismo y especulando o traficando con el dolor ajeno.


Juan José Ferro de Haz.





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