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06/2004
EL RETORNO DE ORWELL
Leo en los diarios españoles y en el Granma Internacional (Granma. cu), que en Cuba ha concluido la III Conferencia “La Nación y la Emigración”, destinada a propiciar el diálogo entre la emigración y el gobierno. Después de devorar la información publicada en España y todas las páginas del diario digital cubano, logro hacerme alguna idea del evento.
En la extensa información publicada por el Granma (23 de Mayo), se incluye el texto íntegro del discurso del canciller y la entrevista a un exiliado, ex ‘invasor’ de Playa Girón en 1961 (para el diario cubano los ‘heroicos combatientes’ eran los que defendían –manipulados o conscientes- los crímenes de la tiranía castrista desde 1959; los ‘invasores’ eran los malos, los que pretendían recuperar la libertad y la democracia por la que habían luchado): un anciano octogenario que al recuperar la nacionalidad cubana después de 43 años se ha revelado como un devoto y ardiente patriota -“Yo nunca dejé de ser cubano”– afirma este abuelo de la Patria - “...Yo no soy ni comunista ni socialista, pero si admiro mucho a Fidel”-. Mas allá de la incoherencia y la abyección de este sujeto, conviene señalar que la recuperada nacionalidad le va a permitir dejar de ser un ‘apátrida’ o un exiliado sin derechos, para convertirse en un respetable ciudadano que reside en el extranjero (en los Estados Unidos) y adquiere inéditos derechos en su antiguo país; derechos que no tienen la mayoría de sus compatriotas (resulta inevitable recordar a Orwell en una de sus legendarias sentencias –Rebelión en la Granja-: “Todos los animales son iguales, pero algunos animales, son mas iguales que otros”). Asimismo, el gobierno cubano informa a sus queridos emigrantes -representados por unas 500 personas pertenecientes a organizaciones del falazmente llamado exilio moderado- que la reconciliación con la emigración es irreversible, que hay que fomentar el diálogo, la paz y la concordia entre los cubanos, que Cuba tiene el gesto de buena voluntad de suspender el permiso de entrada para que puedan viajar al país los residentes en el extranjero (sólo habrá que habilitar el pasaporte cubano en los respectivos consulados), y que la Ley de Inversiones Extranjeras no los excluye de que puedan hacer negocios en asociación con el Estado revolucionario.
En las medidas que se anuncian y entrarán en vigor próximamente, hay insólitas generosidades del gobierno revolucionario hacia todos los emigrantes que conserven su nacionalidad y que incluye a sus familiares en Cuba: becas universitarias en el extranjero para hijos de emigrantes, cursos de verano que posibilitan la salida del país en estas fechas, así como mas diligencia y nuevas facilidades en los viajes que los inmigrantes realicen a la isla... Entre tantas bondades y concordia por la reunificación familiar, se recuerda, en el viejo estilo estalinista (que pena, con lo bonito que estaba quedando todo: ¡tan capitalista, y moderno, y moderado, y tolerante, y familiar, y dialogante, y despolitizado!), que “el mayor obstáculo a la plena normalización de relaciones entre el país y su emigración son el bloqueo económico y la política de agresión de Estados Unidos contra Cuba (...) que son una flagrante violación de los derechos humanos, tanto de los cubanos que viven en los Estados Unidos como en la isla”. Por lo mismo, el canciller cubano arengaba a todos los presentes a “que el enfrentamiento con los Estados Unidos era la principal prioridad de todo el que se sintiera cubano”.
Mas allá de la conmovedora evocación de un sentimiento tan confuso y sospechoso (como ese de sentirse cubano, precisamente en un país que desde 1959 padece un exilio masivo y sin retorno, y que esta posibilidad –es decir, este sentimiento: de rechazo, de huida- ha sido y sigue siendo el sueño –y la angustiosa obsesión- de millones de personas que han nacido y crecido en aquel sistema) o de la nausea que provoca escuchar las palabras de ‘buena voluntad y reconciliación’ en un gobierno archicriminal y totalitario que lleva 45 años en el poder, que ha destrozado a la familia y que ha sembrado el odio mas profundo en su seno, que ha convertido al país en una férrea e inmunda prisión y que sigue encarcelando, hostigando e injuriando a pacíficos disidentes y a quién no se someta a sus designios, hay cosas de este evento que conviene precisar.
Y es que las nuevas bondades que se anuncian hacia los afortunados emigrantes que conserven su nacionalidad (¡y sus propiedades en Cuba!) y que logran el difícil estatus de residente en el extranjero, van dirigidas en primer lugar a la jerarquía dirigente y a las castas privilegiadas del régimen... Es decir, son ellos quiénes mas facilidades han tenido en la última década (de éxodo masivo por cualquier vía), para a través de contactos y relaciones en el extranjero, colocar a sus hijos y familiares con cuentas bancarias en negocios seguros o en empresas que tienen intereses en Cuba, sin tener que abandonar definitivamente el país. De esta forma, no sólo los han salvado del mugriento paraíso que se esmeraron en construir, sino que toda la familia ha quedado unida y feliz, conservando sus prebendas, privilegios u obscena opulencia, sin tener que padecer los rigores, las penurias y el desamparo del resto de la población. El cinismo y la doblez que impone este tipo de vida –entre el mitin ideológico y revolucionario que ya nadie cree y la ‘confortable vida burguesa’ (según su propia jerga)- termina siendo soportable e inevitable, en aras del afecto y la unidad familiar. A partir de este primer círculo de poder hacia abajo, tampoco faltan entre los afortunados emigrantes todos lo que han sabido mantener una servil obediencia hacia el régimen (disfrazada casi siempre de obstinada prudencia) y pertenecen a profesiones que, entre contratos o becas de estudio, viven a salto de mata entre el paraíso socialista y el tonificante capitalismo, a saber: artistas, folclóricas, representantes, feriantes, faranduleros, científicos, intelectuales... En el nivel inferior de esta pirámide, pero sin gozar de las prebendas oficiales ni del amparo del régimen, están todos los que -conocidos o anónimos, respetables o despreciables- han accedido al privilegiado estatus de residente por la vía del matrimonio con un extranjero (y en la mayoría de los casos, el deslumbramiento amoroso ha sido bajo el radiante sol del Caribe).
Compartiendo el nivel inferior de esta pirámide, pero en la cara opuesta a la del matrimonio, están los que han logrado un permiso de salida por un mes: ya sea por invitación de algún familiar o amigo, o ya sea por invitación de algún evento o institución cultural (y aquí cabe de todo). En cualquiera caso, Cuba nunca deja de hacer un rentable negocio con estas salidas temporales, y el billete de avión vendido por la empresa cubana, es de ida y vuelta, con la fecha del regreso incluida (el régimen carcelario no admite negligencias). Tampoco deja de hacer un rentable negocio con todos los que prorrogan su estancia en el extranjero mas allá de un mes (hasta 11 meses, es lo permitido), que tiene que pagar mensualmente la cuota que exige el consulado cubano para no considerarlo ‘quedado’ y perder así su nacionalidad y sus bienes. Si en ese tiempo no consiguen el codiciado estatus de residente (casi siempre por boda amañada y pasando por la caja del consulado), tienen que volver a su querido país e intentarlo de nuevo. Y no son pocos los que pasan por esta experiencia (como tampoco son pocos los que intentan una y otra vez escapar definitivamente por mar al precio que sea), hasta lograr el anhelado estatus. En cualquier caso, la única condición que es común a todos los emigrantes que conservan su nacionalidad y sean considerados residentes en el extranjero, es que sigan siendo rehenes del gobierno, es decir, de la mentira, la infamia y el chantaje de aquel sistema... Este es el precio que tienen que pagar para no perder sus bienes, su posibilidad de salir y entrar del país con frecuencia y su contacto permanente con la familia. En compensación a su desinteresada colaboración, y sin dejar de hacer un fabuloso negocio a su costa (material, moral y de propaganda política), a ellos y a sus familiares van destinadas todas las bondades que se anuncian en este evento de la concordia y la reunificación familiar... La emigración definitiva y sin retorno –hacia Estados Unidos o cualquier otro país-, equivale a la confiscación de todas sus propiedades y bienes
Ahora bien, mas allá de las circunstancias actuales, no deja de ser curioso y premonitorio lo presenciado en este evento. Es decir, ahí tenemos un avance del poscatrismo según el esquema de sus herederos, una vez muerto el comandante en su caverna... Así, el chivo expiatorio de todos los problemas padecidos (¿y por padecer?) seguirán siendo los Estados Unidos, su ‘política de agresión’ -personificada y actualizada en el presidente de turno- y el ‘criminal bloqueo’, ese inmemorial embuste que todavía se sigue repitiendo y no dejan de pregonar los fanáticos, los cínicos, los papanatas, los papagallos y los oportunistas de todo pelaje. Asimismo, y con el paso del tiempo, también podrán existir mas libertades económicas y políticas (y ya hay ofertas de partidos políticos, entre los mas oportunistas y serviles al poder imperante), pero se seguirá hablando esa siniestra neolengua que ya se ha escuchado en esta conferencia y que recuerda tanto a la que profetizó Orwell en su célebre novela 1984 (que consiste en vaciar de contenido toda retórica invirtiendo el significado de las palabras: “La guerra es la paz; La libertad es la esclavitud; La ignorancia es la fuerza”). Es decir, se impondrán los patrones establecidos en este evento en pos de la concordia y la reunificación familiar... Y será entonces, y nunca mejor dicho en la flamante neolengua: ¡por la reunificación de todo el pueblo y de la gran familia cubana! (Tampoco deja de ser curioso, que tanto el socialismo totalitario cubano, como el socialismo democrático español, por razones políticas distintas -¿o acaso en el fondo, es por las mismas?- coincidan y prediquen ese pomposo y siniestro discurso de la moderación, el diálogo y la tolerancia).
En cualquier caso, el discurso del futuro podrá ser todo lo capitalista, y moderno, y moderado, y tolerante, y dialogante que sea necesario por el bien común, siempre que se eluda minuciosamente todo rastro de verdad histórica y de objetividad, tanto del pasado como del presente... Ya no habrá insultos, ni vejaciones, ni apátridas, ni gusanos, ni contrarrevolucionarios, y las buenas formas y la moderación llenarán el vacío del discurso político, de la mentira institucional y de la demagogia rampante. Lo intolerante, lo radical y lo inmoderado será la pura y simple evidencia, la verdad mil veces enterrada. El repudio, las descalificaciones y los insultos en el viejo estilo estalinista serán reservados para todos los que se atrevan a romper esta ley de la omerta, que serán acusados de calumniar al gobierno, de alinearse con los enemigos de la democracia y de querer romper la concordia, el diálogo y el consenso en la nueva Era... El divorcio entre el discurso oficial y la práctica seguirán siendo los mismos de siempre, de la misma forma que el cinismo y la doblez como moral imperante, seguirán siendo los aliados del nuevo régimen. La única diferencia es que para entonces ya no predicarán que “el futuro luminoso pertenece por entero al Socialismo” (de tanta luminosidad, muchos han quedado cegatos, zombis o tartamudos) ni se sentirán orgullosos de creerse y llamarse revolucionarios. Ahora serán tolerantes y moderados capitalistas (con el monopolio absoluto de empresas o negocios importantes y siempre dispuestos a aumentar el tributo de los ciudadanos) y se inflarán como sapos al llamarse enfáticamente demócratas.
Por lo pronto, y mientras aguardamos un futuro tan esperanzador, seguirán siendo tan totalitarios y sectarios como siempre lo han sido, aunque comparativamente con el terror y el hermetismo de los años de plomo, al aperturismo (cínico) actual se le pueda considerar -¡seamos benévolos!- como un totalitarismo light. Que a su vez, y con la llegada de la próxima glaciación –la Era democrática- se transformará en un socialismo democrático hard... Y así, en esa lenta degradación, como en una hermosa, sutilísima e infinita gama de grises, hasta llegar al comunismo prístino e inmaculado (¡y al color blanco de la pureza!): es decir, al estado de bienestar de todo el planeta... Quizás entonces, dejemos de escuchar esa siniestra neolengua que profetizó Orwell en la ficción para 1984, y ha demorado veinte años en llegar definitivamente a nuestro mundo.
Juan José Ferro de Haz.
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