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06/2003
VERDUGOS Y POETAS
Todo sucedió con una celeridad de vértigo. Durante los 20 días que duró la guerra de Irak y mientras los telediarios y la prensa llegaban empapados de sangre (Sadam Husein tuvo la cortesía de masacrar, gasear o fumigar a sus víctimas durante 20 años sin alarmar a nadie), Fidel Castro volvió a fusilar y encarcelar a quiénes lo desafiaban. Nada nuevo que no suceda con cierta periodicidad desde 1959, en dependencia del capricho o el cálculo del mismo personaje.
En esta ocasión, los condenados a pudrirse en la cárcel son pacíficos opositores, intelectuales y periodistas independientes, es decir, personas que padeciendo un acoso feroz se han atrevido a cuestionar el régimen que los hostiga y a expresarse con libertad en un país de borregos y sordomudos... Raúl Rivero, fundador de la agencia “Cuba Press” y uno de los periodistas encarcelados, lo expresa mejor que nadie en unas hermosas líneas: “para los insultos de los oscuros funcionarios del periodismo oficial, para las llamadas amenazadoras a mi casa, para los sobresaltos de cada día yo tengo –me doy cuenta cuando me quedo sólo con mi máquina- el regocijo de saberme libre”. No hay que ser adivino para saber que detrás de esta escalada represiva –son 75 los disidentes encarcelados con penas de hasta 27 años de cárcel-, se anula lo mas valioso de una incipiente sociedad civil que desafiaba el servilismo imperante y aspiraba a encauzar en Cuba la anhelada e ingrata democracia. (Para comprobar esta ingratitud, sólo habría que asomarse a España durante los meses de la siniestra pachanga pacifista -pro Sadam-, curiosamente encabezada por socialistas y comunistas, apóstoles de la densidad ética y la no violencia; meses que por cierto, entre los insultos callejeros, el acoso de las turbas, el clima de crispación y el artero sentimentalismo de la prensa, España me ha recordado como nunca a Cuba).
En el caso de los condenados a paredón tras juicios sumarísimos, eran tres pobres diablos que intentaron secuestrar una lancha para huir del país... Algo que sucede desde hace 40 años donde infinidad de personas que intentan huir -la obsesión de millones de cubanos desde hace cuatro décadas-, tienen que asumir la absurda decisión de atravesar 180 km de mar abierto en cualquier cosa que flote y parezca seguro (como la madre de Elián -el último héroe de Cuba- y una interminable lista de espectros sin nombres ni apellidos). También aquí el mensaje del comandante es muy explícito: el que no esté a gusto en el manicomio, que se la juegue en una balsa o se suicide sólo en el mar, pero que no me robe las lanchas ni incentive otros secuestros (de forma parecida comenzó la crisis de los balseros de 1994, el mayor escándalo internacional que ha provocado la tiranía castrista en la última década). De todas formas no hay que alarmarse ante los últimos crímenes y encarcelamientos. Todo ya estaba anunciado desde 1999, cuando se endureció el código penal para castigar la disidencia y la crítica periodística (conocida como ley mordaza y con penas de hasta 30 años de cárcel), a la par que se ampliaba el campo de acción de la pena de muerte y la cadena perpetua.
En realidad, esas fueron las primeras medidas oficiales que tomó Fidel Castro tras la visita del Papa para anunciar que la fiesta había terminado. Desde entonces, el acoso policial y las arbitrarias detenciones han sido lo habitual para muchos de los que ahora reciben una condena en firme. Tampoco las reuniones de líderes internacionales con la disidencia le han supuesto mayores contratiempos al comandante... Las ha asumido con resignación cuando no ha quedado mas remedio, siempre que él sea la estrella del evento y del circo mediático que le ofrece protagonismo, prestigio e impunidad. En rigor, esta ha sido la mascarada mas eficaz desde la visita papal para perpetuar su obscena dictadura, mientras que los encuentros con la disidencia de los líderes mundiales no han dejado de ser fugaces titulares de prensa con hermosas fotos que han creado la ficción de que había una apertura (y aquí importan poco los buenos propósitos). La mejor prueba de esto, fue precisamente la respuesta que recibió el último invitado del comandante –el ex presidente Carter-, tras reunirse con la disidencia y apoyar el Proyecto Varela (que promovía cambios económicos y políticos de forma pacífica). Apenas el invitado desaparecía en un avión del horizonte cubano, Fidel Castro convocaba una manifestación multitudinaria y un millón de personas marchaba hipnotizada frente a la embajada americana para ratificar el carácter inamovible del Estado socialista... Es decir, del totalitarismo en Cuba.
Ahora todo ha vuelto a suceder con una celeridad de vértigo. Durante los 20 días que duró la guerra de Irak, mientras millones de pacifistas marchaban por todo el planeta con pancartas de No a la guerra y los poetas e intelectuales “progresistas” del mundo libre (también los poetas e intelectuales “oficiales” de Cuba) cantaban a la paz, a la justicia y a la fraternidad entre los pueblos, Fidel Castro, al igual que otros déspotas totalitarios, fusilaba y encarcelaba a quiénes lo desafiaban...
Es el eterno y misterioso hechizo de la poesía del totalitarismo: ¡mientras los verdugos matan, los poetas cantan!
Juan José Ferro de Haz.
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